viernes, 25 de julio de 2008

Discusiones Cotidianas

Qué mal he dormido. Otra vez al trabajo, la rutina de todos los días: Llegar, encender la PC, guardar mi modesto almuerzo (jugo y galletas), revisar el correo, leer el periódico con los mismos problemas de ayer y de siempre en diferentes páginas, y luego a la faena laboral hasta que felizmente lleguen las cinco.

Hoy me encontré temprano con un escrito de Colombo, cuyo título ¨Dios es inocente¨, me llamó la atención desde el principio. En el mismo, el autor cita casi literalmente un párrafo de un escrito de Saramago, y digo casi, porque, no sé si de manera intencional, el articulista eliminó la parte donde el autor portugués dice ¨Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca…¨ y que continúa describiendo las barbaridades que es capaz de cometer el género humano utilizando como punta de lanza el nombre de dios. Le hice saber al periodista, mediante un comentario al pie de página, de la mutilación que había cometido, no me parecía justa.

Quizás lo hizo para quedar bien con todos sus lectores o con la mayoría de ellos, no sé. El caso es que terminé buscando el texto completo del ¨El Factor Dios¨, tan crudo, tan doloroso… ¡tan real! Lo leí nuevamente y se lo envié a una compañera y amiga del trabajo (creyente) y ésta me dio su opinión en forma de mueca de desaprobación.

Discutimos por un momento, y aunque ella me manifestaba que no podía pensar como el Nobel, no podía señalarme un solo punto de las observaciones de Saramago, que estuviesen alejadas de la realidad.

¨Prefiero creer en dios¨ me decía, aunque la realidad evidente y palpable señalara inequívocamente hacia otra dirección.

Lo peor, quizás, de las religiones, es precisamente esa cárcel donde tratan de recluir, de encerrar a toda costa al sentido común, a la razón. Su sustento sobrevive precisamente por el desconocimiento, por la duda. Gran parte de los creyentes están decididos terminantemente a no pensar, a no cuestionar, se conforman con las explicaciones ideadas y empacadas por otros, y se alejan de las cosas que realmente alimentan el intelecto y que nos acercan, al menos un poco, a la comprensión de la condición humana. Y ante cualquier cuestionamiento te miran de arriba abajo, como si fueras un bicho raro, pero incapaces de responder con coherencia.

Nada tan terrible como el temor a saber, la negativa de aprehender.

martes, 15 de julio de 2008

Sólo en Sueños

Otra vez la casa de la Lincoln. Estaba hablando dentro de ella no sé con quién, contándole de aquel día de año nuevo de hace quién sabe cuántos años ya, en que reunidos en esa mañana lluviosa, decidimos jugar pelota. Tíos, primos, sobrinos juntos en aquella enorme rotonda jardín plagada de avispas furiosas, donde el bullicio de los pájaros que iban y venían de aquel árbol que nos cubría con su sombra, nos hacía sentir en una dimensión irreal.

El que me escuchaba en la sala de la casona, no daba a crédito a la magnificencia del lugar del que le hablaba, y yo, a pesar de saber que toda esa cuadra había sido demolida por ¨el progreso¨ hacía muchos años atrás, me asomé para enseñarle el sitio exacto al que me refería. Apenas mi vista identificó en los recuerdos el jardín de aquella casa antigua, una voz que surgía a mi lado me decía ¨que si por favor podía llevar a la niña a su cuarto¨.

Toda la ¨realidad¨ de mi sueño se desmoronó. A regañadientes llevé a Tamara a su habitación, mientras me lamentaba dentro de mí por el mundo que había perdido, por aquel pedazo de existencia al que ya no retornaría, al que no podría abrazar. Nunca sabría a quién diablos le hablaba, ni tenía ninguna certeza de poder visitar otra vez aquella casa hoy día inexistente que todavía está alojada y viva en los vericuetos de mi cerebro. Ya esa madrugada nunca más fue la misma. Cuando volví a la cama, me decía a mí mismo que sería imposible retornar a esa sala enorme llena de huellas del pasado. La suerte estaba echada.

¨Esa patria de los muertos¨ que son los sueños, a la que alguna vez se refirió Octavio Paz, no es más que eso, el espacio del tiempo dónde sólo los muertos son soberanos, y no sólo los de carne y hueso, sino aquellos de cemento que también reclaman su parte de la nostalgia. Son ellos que deciden cuando quieren salir de su rincón escondido en nuestro inconsciente, y decirnos ¨aquí estoy todavía, vivo en tu memoria¨.

lunes, 14 de julio de 2008

De la verguenza, la inocencia y otros demonios

Cada quince días hay un compromiso del cual no puedo escapar. El viaje al supermercado me lo han convertido en algo ineludible, en una circunstancia vital para el buen funcionamiento de las relaciones conyugales. En ocasiones he podido torear dicha aventura, generamente valiéndome de mil y una argucias heroicas, que siempre tienen como resultado, la suspensión del habla de parte de mi consorte, al menos por un par de horas.

A esto se añade el dilema de si llevar o no a la niña, cuya presencia aumenta el trajín de la odisea. Nuestra pequeña está en esa edad donde siempre da de qué hacer. Cuando no está corriendo como una posesa por todos lados, con el peligro latente de que vaya a llevarse en la carrera todo un anaquel de vinos, está poniendo las manos a cada cosa que le cruza por el lado.

El caso es que en el día de hoy llegó nuestro -encuentro familiar obligatorio de todas las quincenas-, y que por razones que no vienen al caso, tuvimos que hacer con la gorda. Cuando arribamos a la casa del terror, nombre que estos establecimientos de comida han recuperado después de que atacamos tanto a Hipólito, lo primero que Tamara hace al llegar, es pedir que la suban al carrito de la compra. Aquello nos sorprendió, lo que le gusta es practicar su carrera con obstáculos en el mismo momento de llegar al supermercado.

No bien empezamos a recorrer los pasillos, cuando advertimos que lo que teníamos montado en el dichoso carrito era a un loro. La niña no paraba de hablar. Con cada artículo que subía al carrito, nuestra bocinita de cuatro años nos hacía un comentario. Pasamos por el lado de las bebidas y saltó con que ¨los niños no beben cerveza, verdad papi? Cuando yo sea grande voy a poder beber cerveza, verdad papi?¨

¨Así es, mi amor, los niños no beben cerveza. Cuando seas grande vas a poder, pero sólo un poquito¨. Le contesté agradeciéndole al dios en que no creo que no había nadie en el pasillo, para que no se vaya a descubrir mi afición por esa bebida espirituosa.

Ya el último comentario que hizo fue cuando su mamá tomó en sus manos unas toallas sanitarias: ¨Mami, eso es para ti, verdad, te lo vas a poner en la popolita?¨ El mismo lo suficientemente alto para que lo pudieran escuchar un grupo numeroso de mujeres subidas de años que no pudieron reprimir la risa, celebrando la ocurrencia de la infante parlanchina.

Sólo puedo decir que, durante el tiempo que faltaba para salir de la casa de los sustos, la pasé con el alma en vilo. Hasta el punto de que me negué rotundamente a recorrer con semejante perico el pasillo que albergaba al papel higiénico.

Casualidades

Temprano en el día de ayer mi compañera dictó sentencia. Con un tono que no dejaba espacio para las dudas dijo: ¨Esta noche en este cuarto se va a ver el Concurso de Miss Universo¨. No hubo miramientos para con mis objeciones de no querer pasarme un domingo en la noche en semejante faena, ni siquiera cuando desmerité la validez de la contienda con la observación de que todas las participantes eran terrestres.

Mientras las jóvenes desfilaban en sus trajes de baño, dependiendo de la nacionalidad de cada participante, lanzaba sendos comentarios. Por ejemplo, cuando pasaba la representante de España, gritaba en voz alta un ¨viva a la Madre Patria¨. Si la que aparecía era la de Colombia, no podía evitar el ¨como me gusta la tierra del Gabo¨. Esto no pudo continuar por mucho tiempo, los pellizcos que seguían a tales exclamaciones de júbilo resultaban muy doloros.

No puedo negar que me lo pasé bien, y que no se piense que la razón fue la caída de la candidata de los Estados Unidos, un matazo de Bush en la ONU ya hubiese sido otra cosa.

Lo que sí me pareció sorprendente fue que el trofeo de Miss Universo (casualidades de la vida), fue disputado en última instancia por las candidatas de Venezuela y Colombia. Dos naciones que hasta hace poco estaban ¨casi de tiros¨, se veían nuevamente cara a cara, esta vez a través de dos beldades que luchaban menos encarnizadamente.

No tardará Chávez en sacarle algo de provecho político y sus opositores a denunciar la compra del trono de la belleza universal con dineros provenientes del petróleo.